
CAMILO
† 04/2017
Mi cabeza no hacía más que recordarme ese momento. Me imaginaba llegando a casa después de trabajar, abriendo la puerta y esperando a ese pequeño amiguito que durante tantos años, todos y cada uno de sus días, me había estado esperando para saludarme y frotarse contra mis piernas suplicando mis caricias. Pero él ya no estaba. Tan sólo aquel vacío que inundaba la casa en silencio. Un silencio que me rasgaba por dentro y me impedía respirar con facilidad. Me faltaba el aire, no podía creerlo. Nunca más volvería a verlo.
Te despides con un “hasta siempre mi vida” porque sabes que ésta ya nunca volverá a ser la misma.
Deja una respuesta